lunes, noviembre 03, 2008

Barnacity I


Harto surrealista. Y después de esta breve frase, empecemos con el viaje.

Jueves 30

Hacia las 6.15, me sonó el despertador. Fui a pegarme una ducha rápida y a terminar de empaquetar comidas y mierdas varias. Al ir a cerrar la maleta descubrí que, oh surprise, no tenía candado. Así que de una forma un tanto precaria mi amama “fabricó” uno con un alambrillo de estos de cerrar el pan bimbo, pero como ha aguantado todo el trayecto no puedo quejarme :D. Tras eso y un adiós, bajé con mi abuelo al garaje, a hacer tiempo, porque teníamos que recoger al Cosmopolita, ir al Bec y ser retransportados por el padre del Helado. Sin más incidentes que el ver volcarse un cacharro de estos de basura (con su consiguiente esquiva en la carretera) y un viento que amenazaba con arrancar los semáforos de cuajo nos fuimos al emblemático (por poner algo) edificio de Barakaldo y ya de ahí al aeropuerto directamente, con banda sonora friki incluida.

En torno a las laverdadesquenomeacuerdo horas los sospechosos habituales (salvando a Comesuelos y al Árbol, que iban al día siguiente) nos reunimos, facturamos, nos sacamos fotos y montamos en un avión que había sido ensamblado por chocobos amarillo brillante. Como no, hubo tiempo de sobra para hacer el mongolo y… eh… ”amenizar” el viaje al resto de pasajeros con temática friki variada. No hubo muchos incidentes, salvando el apellido del aviador (Fondí o algo similar), unas pocas turbulencias (que no eran más que un movimientillo oscilante) y que Watachan se mareó por la presión y al aterrizar me empezaron a pitar los oídos y a dolerme la cabeza a lo bestia, lo que casi contribuye a que fuese hermana de bolsa de la susodicha.

Cada grupo, al desembarcar y coger maletas y demás fue tirando para su olivo. Quiero creer que Watachan y las demás, tuvieron un sitio decente. Nosotros, en cambio… Bueno, llegamos a un lugar pintado con colores brillantes, que compartía una cocina de los años en los que la nevera era el último grito en tecnología y unos baños pequeños y no demasiado limpios. La cosa fue que, desempaquetamos y nos alojamos en el trocito de tugurio que nos tocaba. Eran sobre las once, once y algo, con lo que hablamos a un nivel de voz… pues normal alto, claro. Más adelante, a la hora de comer nos aposentamos en el salón común a ver la tele y demás. Apareció… una chica. Más o menos. Vivía con su madre (en un castillo…) y parecía realmente molesta de que estuviésemos allí. Más tarde, uno de los administradores se nos acercó y nos pidió que nos cambiásemos de sitio, que en el piso de abajo íbamos a tener más espacio, que así íbamos a molestar menos a los vecinos… porque claro, ÉL trabajaba por la noche y por la mañana quería tranquilidad. En conclusión, que una prostituta transexual nos echó del lugar que nos correspondía.

Por la tarde, después de remudarnos, fuimos a dar unas vueltecicas por Barna City (encontramos un Starbucks al lao, un KFC, un supermercado chino con galletitas de la suerte y el Buffet libre japonés), mirando tiendas frikis, como Norma y demás, dónde nos encontramos con grupo de tarasianos varios, motsukoritas y demás bichos del averno. Para la cena, fuimos al buffet, al Kirin, lugar en el que si no explotamos de tanto comer fue porque… porque bueno, el cuerpo del ser humano es más flexible de lo que a priori parece. Muy majos los dependientes, muy rica la comida y no demasiado caro, con lo que tras el susto inicial de las paredes pintadas con colores cuasiesotéricos fue paliado por la dulce morriña de tener el estomago hasta arriba de comida japonesa.

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