Pum - Pum
¿No lo oyes? Tienes que estar oyéndolo. No puedo ser la única. No puedo, porque eso significaría que se me ha ido la cabeza del todo. Y no estoy loca. No tan loca. Pum - Pum. Es como un corazón; late. Maldita sea, despierta. Está ahí, golpeándose contra tu pecho. Es una pelotita de amargura, desazón y algo de desesperanza. Pum – Pum.
Sabes que es similar a la del resto de la humanidad. Pero eso no te consuela, claro. ¿De verdad no lo oyes? No sé, yo lo oigo retumbar desde aquí. Y eso que sé que intentas guardarlo bajo capas y capas de realidades alternativas en las que no te importa. Bueno, si no quieres darte cuenta, tú sabrás. Pero algo tienes que hacer, me está martilleando el cerebro. Pum – Pum.
Está consiguiendo apagar otros sonidos más sutiles y más bonitos. Sin ir más lejos, a lo que se asemeja: los latidos de tu corazón se están ahogando entre tanto ruido doloroso de duda y pena. Y créeme, si sigues así va a ir a peor. Y a peor. Y a peor. Llegará un momento en que paralizará tu corazón, lo cubrirá de hielo y empezará a trepar por tu garganta, hasta que atragante tus risas y congele hasta tus muecas. Pum – Pum.
Y no, no me da la gana. No ya por ti, ahora hablo de forma totalmente egoísta. Estoy cansada de oír a esa parte de ti quejarse y envenenarse de forma muda. No hablas, no me dices nada. Te consumes y la pelotita crece y crece, inundando todo tu ser. Y lo peor, en vez de echarla, te aferras a ella. Porque es lo que conoces, y tienes miedo a dar un paso lejos de ella. Es cansado volver a empezar. Pum – Pum.
Joder, páralo, por favor. NECESITO que lo pares, porque no te hace ni bien a ti ni bien a mí, ni a los que estamos a tu alrededor. Es que aunque me sonrías, aunque me hagas bromas, aunque te dejes hacer, aunque estás conmigo como siempre, sé que no estas como siempre. Porque sufres. Y ya vale. Te va a acabar taladrando, te va a partir en dos. Y no lo puedo permitir. Por favor, por favor... ¡Sólo tú puedes pararlo! Yo voy a estar aquí para ayudarte, pero páralo, maldita sea... páralo. Pum – Pum.
-¿Qué? ¿Sigue jugando con ese osito?
-Pues sí. Cada vez que habla con él se pone muy seria. Seguro que le está contando historias de miedo. O de dragones y princesas.
-Jajaja. Seguro que sí. Estos niños... tan lejos de los dramas humanos.
-¿Verdad? Qué pena que tengamos que crecer, éramos tan felices e inocentes...